Una mujer campesina se encuentra de consulta con el doctor del pueblo. Cuando ya está casi por salir, se vuelve hacía donde el médico y le dice:
-- Doctorcito, yo quería aprovechar para preguntarle por una picazón muy rara que tiene mi marido en el pecho...
--Pero señora, para tratar a su marido sería mejor revisarlo primero... ¿no podrá venir él acá al consultorio?
--Es que no le gusta salir de la finca, y como no tiene quien lo ayude...!
El doctor se compadece de la sencilla señora, y decide probar para ver en qué puede ayudarle.
-- Está bien, señora, dígame cuáles con los síntomas de su marido?
-- Es que le salen unas vejiguitas en la piel del pecho, se le secan y se le hace como una resequedad y le agarra una picazón...
-- Vea --dice el médico--como no he podido revisar a su marido, lo único que me atrevería recetarle es algo natural.
-- y cómo qué, doctor? pregunta la señora.
-- Vea, haga lo siguiente: dígale que se acueste en la cama, sin camisa, coja un huevo y se lo pasa por el pecho.
-- Solo eso doctor, un güevo?
-- Sí, nada más...
-- Y si no se deja?
-- Pues agárrelo cuando está dormido y se lo hace.
Unas semanas después, el doctor vuelve a encontrarse con la señora, la cual anda cabizbaja. Se aproxima a ella y le dice:
-- Hola doña, cómo le va. Dígame, cómo siguió su marido con la picazón? Se le quitó el problema?
--Pues sí, se le quitó el problema, pero le fue pior...
--Pero cómo peor, si ese tratamiento es bastante bueno...
--Diay, no sé, --dice la señora-- la cosa es que mi marido se me murió...
--¿Cómo, pero no entiendo, no le hizo usted el remedio ese del huevo...?
--Ay viera que yo traté, doctorcito, yo agarré el güevo y se lo fui a pasar por el pecho, pero cuando lo llevaba por el ombligo, se me arrancó el condenado... y se me quedó en la mano...!
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